Con el transcurso del tiempo, adquiero mayor consciencia de que es necesario sentir para poder resolver los problemas.

En ocasiones, las terapias psicológicas se asientan en la razón, intentan mediante técnicas conductuales o cognitivas, que las personas modifiquen patrones repetitivos que les resultan molestos. Sin embargo, esa forma de actuar, suele generar profundo malestar porque uno sabe lo que quiere hacer pero, no puede. Y así, aumenta la sensación de ineficacia y frustración.

Por el contrario, si intentamos conectar con el cuerpo y el corazón, nos preparamos para recibir aquellas palabras de otra manera. Podremos  sentirlas y hacer que calen dentro de nosotros. Sería como si una esponja estuviera impregnada de un líquido espeso, denso, que hace que huela mal y no pueda recibir más líquido. Si queremos nutrir a esa esponja de otro producto, será necesario expulsar el que tiene. Y para realizar esta actuación, tendremos que hacerlo con calma y tranquilidad, porque probablemente ese contenido fuera necesario en su momento. Tal vez, la ayudó a defenderse de otro producto, aún más pestilente y desagradable. Ahora bien, si esa persona desea evolucionar y quiere nutrirse, será necesario que se permita eliminarlo, para dejar todos sus poros abiertos a otras posibilidades.

Por todo ello, mediante la meditación y los retiros, preparamos al cuerpo y lo predisponemos a un estado de limpieza en donde las enseñanzas calan de otra manera.

Los retiros nos permiten liberarnos de un gasto energético elevado: “hablar”. Las personas invertimos gran parte del tiempo hablando y, muchas veces, no escuchamos ni al otro ni a nosotros mismos. Cuando nos permitimos parar, percibir lo que necesitamos, ser conscientes de nuestro estado físico y mental, podemos volver a conectar con nuestra vida de otra manera. Necesitamos tiempo para nosotros, porque sólo desde ahí, podemos darnos a los demás.