Son muchas las preguntas que surgen en relación con el perdón. ¿Qué es y en qué consiste? ¿Se puede perdonar si no se olvida?
Todo el proceso del perdón se asemeja a la cicatrización de una herida: será necesario cuidarla para evitar infecciones pero, a la vez, permitir que el tiempo realice su labor sin intentar acelerarlo. De esa manera, la herida consigue curarse y se transforma en una cicatriz que nos recuerda lo sucedido pero no nos afecta negativamente.
El perdón es de vital importancia porque, en ocasiones, se cometen errores, surgen problemas e infidelidades que generan crisis y, muchas veces, si después de hablar del tema y perdonar quedan resentimientos, rencores o un bucle obsesivo, puede bloquearse la posibilidad de evolucionar y crecer como pareja.
La resistencia a perdonar es probable que derive de su gran utilidad a lo largo de la evolución debido a que era el paso previo a la venganza y esto permitía mantener una precaria estabilidad social cuando aún no existía el concepto de policía y, por otra parte, en ocasiones, la resistencia a perdonar se debe a interpretarlo como un síntoma de debilidad: “Si perdono volverá a suceder”.
Lo cierto es que siempre debemos tener claro que el recuerdo del hecho que generó un daño, si no ha cicatrizado bien, produce rencor y lo mantiene vivo. Y, si lo pensamos un poco, la venganza y el racismo se asientan sobre este principio pero, afortunadamente, hemos evolucionado y valorado que lo que realmente funciona es la colaboración entre los seres humanos.
Está claro que tenemos derecho a no perdonar, pero la herida nos seguirá haciendo daño. Sin duda, con el perdón, el triunfador es el que consigue curar la herida.
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