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¿Cómo elegir bien a la pareja?

¿Cómo elegir bien a la pareja?

No es fácil definir de forma objetiva qué es el amor de pareja porque cada uno lo vive de forma diferente, pero lo que es indiscutible es que para los seres humanos se trata de algo muy importante y un objetivo a alcanzar. Sin embargo, para encontrar una buena pareja necesitamos emplear gran cantidad de tiempo. 

El problema es que vivimos en una sociedad caracterizada por la falta de éste y somos capaces de hipotecarnos con cosas materiales, olvidando el auténtico objetivo para el que nos ha programado la vida: la búsqueda de una pareja en condiciones. Encontrar una buena pareja aporta grandes dosis de felicidad y bienestar en el día a día. De ahí que sea fundamental hacer una cuidada elección respecto a quién será nuestro compañero de viaje. Ahora bien, algunas personas se empeñan en que funcione lo que no va a funcionar nunca y ese es el auténtico problema.

Por tanto, ¿qué tenemos que hacer para elegir correctamente? En primer lugar, debemos tener claro que dicha búsqueda requerirá más tiempo y energía que ninguna otra cosa si queremos hacerlo bien. En ocasiones, las personas tienen prisa por encontrar a su media naranja y olvidan que en los primeros meses, cuando nos enamoramos, en nuestro cerebro se produce un aumento de los niveles de serotonina y endorfinas que favorece las sensaciones de euforia y alegría. Dichos niveles se reducen pasados 6 meses aproximadamente debido a que el estímulo deja de ser novedoso, aumentando, por contra, la producción de feniletilamina, que es lo que nos permite tener una sensación de bienestar por el simple hecho de estar junto al otro, ya sin ese subidón.

En segundo lugar, las personas tienden a mostrar lo mejor de sí mismas al comienzo de la relación y, pasado medio año, empiezan a enseñar su verdadero yo, coincidiendo con el momento en el que las sustancias descritas en el párrafo anterior comienzan a reducirse, aumentando la sensación de que algo puede no estar funcionando correctamente.

Por último, nuestro cerebro está siempre prediciendo, por lo que -al no conocer en profundidad al otro- nos dará respuestas generalmente positivas respecto a la idoneidad del compañero al que hemos elegido. El cerebro no está diseñado para ser feliz, sino para autoengañarse. Un ejemplo: el color no existe, es sólo una vibración y, por tanto, una interpretación cerebral.

Existen dos tipos de autoengaño en las relaciones de pareja. El primero tiene que ver con que lo que tienes no es lo que te gustaría tener. El resultado es que disfrazas la realidad fragmentándola y dándole más importancia a unas partes que a otras. Ejemplo: “En el fondo, es bueno”. El segundo consiste en hacer una especie de esquema sobre la vida que justifique que no muevas pieza.

Lo más virulento del autoengaño es que tiene porciones de realidad. Y eso nos lleva a no ver y, consecuentemente, a no resolver. No obstante, a veces sí nos damos cuenta y es justo entonces cuando debemos decidir si los problemas que tenemos pueden solucionarse o si preferimos empeñarnos en que funcione lo que quizás debería terminar en ese instante. Es verdad que todos nos autoengañamos y, en cierta medida, es bueno. Cuando, por ejemplo, nos subimos a un avión no pensamos que podemos morir. La gente que no se autoengaña tiene problemas para ser feliz. Sin embargo, si en nuestra relación de pareja comenzamos a notar que no somos felices es conveniente plantearse si los problemas tienen o no solución.

Ahora bien, ¿cómo elegir correctamente para así disminuir el número de fracasos? Es importante tener en cuenta que la elección tendrá que realizarse desde la razón porque, si bien está claro que el amor debe ser el ingrediente básico, es fundamental tener en consideración los valores, los objetivos, las expectativas de vida, las aficiones y los gustos, porque si son similares aumentarán las garantías de éxito. Los polos opuestos se atraen, pero por poco tiempo.

Por otra parte, también hay que tener presente que las parejas que funcionan son aquellas que se caracterizan por ser flexibles y, para ello, es importante que sus miembros aprendan a aceptar lo que no les gusta del otro. Las personas tenemos que elegir, pero no resignarnos. Está comprobado que las parejas que tienen éxito son las que construyen una relación equitativa, de adulto a adulto.

Querer proviene del latín y significa “tratar de obtener”. Amar, por el contrario, constituye un sentimiento hacia una persona que nos atrae y con quien buscamos reciprocidad. Podríamos decir que querer significaría “cortar las alas al otro” y amar, “volar junto al otro viendo cómo crecen sus alas”. El objetivo en una buena relación tendría que ser alcanzar esto último y no pretender cambiar al otro para obtener lo que uno quiere de forma individual. Es decir, construir lo que los dos desean. Para ello, habrá que ceder en ciertas cuestiones individuales si queremos tener éxito en pareja.

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